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sábado, 12 de mayo de 2007

La batalla

Mis pasos se perdieron en la obscuridad de tu partida. No me importó que tus ojos dudaran al mirar, al decir adiós; aún con el dolor que percibí en tus palabras, permití que te fueras.
Cuando la distancia era suficiente, cuando estuve segura de que no iba a correr tras de ti, sólo entonces caminé hacia la dirección en que te marchaste; avancé unos cuantos metros y me detuve mientras veía aún tu silueta obscura desapareciendo en la noche, después tomé mi camino, dándole la espalda al tuyo, sin volver la vista hacia donde te fuiste.
Poco antes del amanecer, abrí los ojos. Me acomodé poniendo la espalda en la cabecera y supe que tu avión había salido, quizás al tiempo que veía cómo el sol se asomaba a mi ventana y a la de otras tantas personas que iniciaban su vida rutinaria.
Salí del cuarto y preparé el café, ahora sólo una taza. Leí el periódico de la semana anterior y minutos después salí del apartamento, para tomar mi ruta en le periférico y comenzar, junto con la batalla del tráfico, la del olvido.

Mayo y sus flores

A veces me duelen las flores de mayo, cayendo como lluvia en el otoño, como si el invierno no fuera suficiente y nos avisaran que junio está por llegar, que el sol sonreirá hasta quemarnos y luego, como siempre, se marchara con las hojas.
¿Recuerdas esa tarde, cuando el viento no sopló más? La partida era inevitable; el frío estaba cerca, lo supe a pesar del calor que aún me envolvía. Te hubiera detenido, podía hacerlo y tú te habrías quedado, pero ya no era tiempo; el camino aguardaba, tú sólo tenías que dar el primer paso, y yo, tu único obstáculo, dejé que pasaras, a cambio recibí una sonrisa, no sé si viste la mía, pero te respondí, como una última súplica en silencio, prefiero creer que no te diste cuenta y no que la rechazaste.
Las flores de mayo están por caer y mi memoria aún te persigue, quizás puedan llevarse tu recuerdo y no me duelan más. Ahora seré yo quien dirá adiós, a la vez que sonría, sin que me importe la respuesta; si la hay, fingiré no haberla visto, mientras espero la llegada del sol. Pero el invierno todavía es suficiente, y mayo y sus flores aún están lejos; más aún la partida del sol con las hojas, más aún el olvido.