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martes, 10 de julio de 2007

Reencuentro

Te recupero por la noche, que no es oscura y no es fría, sino blanca, bañada por la luna, y cálida debido a tus brazos que la cubren. Despacio entras, la puerta abierta te espera, te anhelo. Y tus pasos, suaves, crujen en la madera que lo envuelve todo, con ese olor a bosque, selva y vida que respiro a cada segundo mientras tú te acercas, calmado, alegre y sutil. La lluvia nos limpia, no como tormenta, no con nubes, ni ferozmente, sí con nobleza; suave y con ritmo golpea los ventanales, los acaricia en realidad. Y con lluvia y noche y luna, las estrellas tímidas se asoman y nos miran. A la expectativa, el mundo se detiene; el oxígeno llena mis pulmones como si nunca antes hubiera sentido tanto, como por primera vez. Con los ojos cerrados te percibo, a corta distancia; ahora es tu respiración aunada a tus pasos, el único sonido que inunda los alrededores. Tu aroma esta ahí, junto con el de bosque, selva y tierra mojada, como flor única e irreal. Recuerdo, con la caricia del viento entrando por la habitación, la tersura de tus manos tomadas a las mías, reconfortando, animando, compartiendo como otrora, cómo será en el próximo instante, cuando por fin se acabe la distancia. Y el recuerdo no es más nostalgia sino esperanza pura. De pronto, ahora, sólo tú, sólo yo. Nosotros dos en un abrazo, tibio, suave, sincero, que lo mezcla todo, lo perdona todo, y señala el rumbo.

*Escrito el 10 de julio de 2007, a las 2pm.