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martes, 31 de julio de 2007

Amor acabado

En la calle deshojas tu espíritu, pierdes la mirada en un camino ajeno. Lo perturbas con tu aliento, con tu boca desesperada, que descorazona. Con tu tacto etéreo y frío congelas el alma, la absorbes, te la llevas con el viento que enardece las llamas, las provocas. Tu reflejo desfigura los finos rasgos, los rasga, te rompe en piel árida, roída; convierte tus ojos en vacío, cuencas inundadas de un frío adolorido, en miradas de un muerto que disfruta con matar. La sonrisa se transforma, es una serpiente que se mueve, queriendome alcanzar. Tu reflejo no eres tú, no pareces. Yo tampoco, el mío te persigue, te hurga, te ruega, los brazos son cuerdas que se extienden hacia ti. Mis ojos te gritan, te insultan, mi voz busca que tu nombre no suene a huecos, a distancias, sin sentido y con dolor. En la calle deshojas mi espíritu; mi mirada se cierne sobre tu camino sin espacio y solitario, lo alargas, lo abarcas, y cada vez lo envidio más. Ni mi tacto ni mi boca te alcanzan, pero te pertenecen, te los has llevado con mi alma; quimera que se desvanece en palabras pronunciadas por mis labios, heridas eternas que esperan sanar mis llagas en olvido. Amor acabado.


*Escrito entre 2001 y 2002.

martes, 10 de julio de 2007

Reencuentro

Te recupero por la noche, que no es oscura y no es fría, sino blanca, bañada por la luna, y cálida debido a tus brazos que la cubren. Despacio entras, la puerta abierta te espera, te anhelo. Y tus pasos, suaves, crujen en la madera que lo envuelve todo, con ese olor a bosque, selva y vida que respiro a cada segundo mientras tú te acercas, calmado, alegre y sutil. La lluvia nos limpia, no como tormenta, no con nubes, ni ferozmente, sí con nobleza; suave y con ritmo golpea los ventanales, los acaricia en realidad. Y con lluvia y noche y luna, las estrellas tímidas se asoman y nos miran. A la expectativa, el mundo se detiene; el oxígeno llena mis pulmones como si nunca antes hubiera sentido tanto, como por primera vez. Con los ojos cerrados te percibo, a corta distancia; ahora es tu respiración aunada a tus pasos, el único sonido que inunda los alrededores. Tu aroma esta ahí, junto con el de bosque, selva y tierra mojada, como flor única e irreal. Recuerdo, con la caricia del viento entrando por la habitación, la tersura de tus manos tomadas a las mías, reconfortando, animando, compartiendo como otrora, cómo será en el próximo instante, cuando por fin se acabe la distancia. Y el recuerdo no es más nostalgia sino esperanza pura. De pronto, ahora, sólo tú, sólo yo. Nosotros dos en un abrazo, tibio, suave, sincero, que lo mezcla todo, lo perdona todo, y señala el rumbo.

*Escrito el 10 de julio de 2007, a las 2pm.