lunes, 21 de mayo de 2007

La promesa

Se moja, a chorros; cae la lluvia y despierta la vida. Una esperanza al horizonte y caminar por el sendero, hasta ella; espinos y piedras, tropiezo. Apresuro el paso, los ruidos perturban la mirada, volteo a otras direcciones, ¿y la esperanza? Está ahí, la pierdo de vista a momentos, pero está, lo prometió, "estaré siempre... ahi"; hasta allá la mande yo, lejos, sobre la montaña y el pasto verde, para que cuando llegara pudiera apreciarla mejor.
La noche me ciega, es tan negra, sin estrellas si quiera; ¿y la luna? no la veo, pero también sigue ahí; descanso en el monte, no he comido ni he bebido. Corre agua cerca, no es el lago en el que me sacio, donde esta la esperanza, pero agua al fin que servirá para seguir, me la bebo.
Al alba se acaba el descanso, la obscuridad se fue y sigo mi camino; se ve sinuoso, sucio. Las flores no están, ni siquiera distingo el horizonte, pero entre los árboles se filtran los rayos de sol, suaves, tenues, pero estan ahi. Y me muevo. Entre riscos, que aparecen como de la nada, entre el silbido del viento que me asusta cuando los silencios son demasiados y me aplastan.
Resbalo, me lastimo por completo, el cuerpo y el alma me llora, no veo la esperanza, ahí está, lo sé y sin embargo no la veo y no la veo y no creo. Lloro, un minuto, dos minutos, una hora y la tarde se me pasa, llorando, ya ni un rayo me toca, y la noche de nuevo, me pega en el rostro, doy un paso y caigo a un hoyo, me parece enorme; con los brazos me impulso, podría salir pero no tengo fuerza. Y lo intento, una y otra vez, me obstino hasta rendirme, allá afuera hace frío y aqui es cálido, es cómodo, me quedo. No sé si quiera salir, no sé si morir alcanzando la esperanza o morir quedandome en donde estoy; ¿que dolerá menos? ¿qué valdrá más? ¿qué merezco? No lo sé, aquí no siento frío, ni hambre, ni me esfuerzo, allá, afuera sí.
Duermo, el mediodía me sorprende y con él el recuerdo de la esperanza, allá, a lo lejos.
Y lloro otra vez; ¿que pierdo hoy o que perderé? Y luego no lloro y aqui me quedo, ni sol, ni esfuerzo, ni esperanza.Nada me invade ya, más que la sensación confortable.
Pero a ratos le pienso.
A ratos me muerdo el labio, para no salir de un impulso.
A ratos me asomo para ver si encuentro el camino.
Aún me duelen las piernas, la cabeza, el corazón; el frío me quema.
Segunda noche, eterna; el día callado, no hay tregua.
Tercera noche, siento una gota en la mejilla, son lágrimas, me digo.
Otra gota y después otra y luego a chorros. Me siento fuerte, alzo la cabeza, levanto los brazos, me recargo en la tierra, me impulso como nunca antes. Salgo.
Estoy de nuevo en el camino, tomo el riesgo y avanzo, renovado, con la lluvia mojandome los cabellos, la piel, el cuerpo y camino, a pesar de la noche. Y el sol me sorprende, pleno y el camino adelante, despejado. El horizonte claro y la esperanza ahí, siempre ahí, sobre la montaña, sobre el verde.
Y llueve y cae vida.
Se moja, a chorros; cae la lluvia y vuelve la vida. Y ya no corro y ya no pierdo la esperanza en el horizonte. Ahí, donde esta ella, esta el lago, puro y cristalino que me sacia y la luna y sus estrellas se reflejan, más pálidas y bailan incluso en el día, con el sol. Árboles verdes como el suelo que pisaré y vientos frescos que acarician la piel.
Me mojo, a chorros; cae la lluvia y vivo otra vez.

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